Santa Brigida, Natuzza, Santa Faustina: sus visiones tienen muchos puntos en común. Estas son las descripciones detalladas.
13 místicas afirman haber visto a las almas del Purgatorio y de haber dialogado con ellas. Cuenta sus visiones Marcello Stanzione en el libro “Il Purgatorio nella visione delle mistiche” (edizioni Sugarco). Stanzione explica que el Purgatorio es un dogma de fe y que por tanto “pertenece al patrimonio inalienable del Credo de la Iglesia”. Esto es lo que ellas vieron…
1) Santa Perpetua (siglo II-III)
Perpetua sufrió el martirio en el año 203, y gracias a ella podemos saber que los primeros cristianos creían en el purgatorio y en el valor de la oración por los difuntos. Mientras esperaba su ejecución, iba contando lo que le sucedía en la cárcel:
“Pocos días después de la sentencia de nuestra condena a muerte, mientras todos rezaban, de repente en medio de la oración me salió un grito y llamé: Dinócrates. (…) Comprendí también que debía rezar por él (…) Veía a Dinócrates salir de un lugar oscuro – durante la noche, en visión – donde había muchas personas áridas y sedientas, con los vestidos sucios y palídísimas, con una herida en el rostro, como él tenía cuando murió. Era un hermano mío, que murió a los siete años consumido por un cáncer en el rostro (…) Lejos del sitio donde se encontraba, había un cubo lleno de agua, pero cuyo borde estaba mucho más alto de donde él podía llegar, y él intentaba alargarse como si intentara beber (…)”.
“En el día en que permanecimos atados, en la cárcel, tuve la siguiente visión: Vi el lugar de antes, y esta vez Dinócrates, con el cuerpo lavado, bien vestido, disfrutando; donde había estado la herida había una cicatriz, y el borde del cubo estaba más bajo y llegaba ahora al ombligo del niño, él bebía sin descanso. En el borde había una copa de oro llena de agua; Dinócrates se acercó y empezó a beber de la copa de oro, y esta no se vaciaba; después de que bebió suficiente, se puso a jugar todo contento, como hacen los niños, y en ese momento me desperté y comprendí que había sido liberado de su pena”.
2) Santa Brígida de Suecia (1303-1373)
Se cuenta que un día Brígida tuvo una visión del Purgatorio y oyó la voz de un ángel que, consolando a las almas, repetía estas palabras: “Bendito sea el que, viviendo aún en la tierra, socorre con actos y buenas obras a las almas purgantes, ya que la justicia de Dios exige que sin la ayuda de los vivos, estas sean purificadas en el fuego”. Y oyó también otras voces que añadían: “Gracias sean dadas a quienes nos aportan alivio en nuestras desventuras; vuestro poder es infinito, Señor: dad el ciento por uno a nuestros benefactores, que nos llevan más rápido al umbral de vuestra luz divina”.
3) Santa Catalina de Siena (1347-1380)
Catalina, que recibió los estigmas como signo de su perfecta identificación con el Crucificado, refiere la descripción que le hace Jesús sobre el purgatorio:
“Y si te vuelves al purgatorio encontrarás allí mi dulce e inestimable Providencia hacia esas almas mediocres que perdieron el tiempo, y que ahora, separadas del cuerpo, ya no tienen tiempo para lograr méritos. A ellas yo he provisto por medio de quienes aún estáis en la vida mortal y tenéis el tiempo para ellos, y mediante la limosna y el oficio divino, junto a los ayunos y las oraciones hechas en estado de gracia, podéis abreviarles el tiempo de la pena, confiando en mi misericordia”.
4) Santa Francisca Romana (1384-1440)
A través de muchas visiones, Santa Francisca Romana pudo ver el paraíso, el infierno y también el purgatorio. Define este último como “Reino de los dolores” y lo describe como dividido en varias regiones: la superior, en la que se encuentran las almas que sufren la pena del daño, las que no pueden ver a Dios, y penas sensibles menos graves por culpas leves; aquí el Purgatorio consiste en una infinita nostalgia de Dios y de su visión beatífica.
En el purgatorio de en medio sufren las almas que tienen culpas más graves que expiar. La tercera región, la más baja, está muy cerca del infierno y llena de un fuego que penetra en los huesos y la médula, fuego que se distingue del del infierno sólo por su obra purificadora y santa. Cada una de estas regiones se divide en varias zonas en base a las culpas y las penas.
Según Francisca Romana, Dios acoge las intenciones de quienes ofrecen oraciones u obras de reparación o de penitencia en beneficio de un alma determinada, a menos que no haya motivos particulares para esas obras o las oraciones no le aprovechen.
5) Santa Teresa de Ávila (1515-1582)
Teresa consideró una de las gracias más grandes una visión en la que Dios le mostró el infierno y el puesto que se le habría reservado si hubiese continuado en la tibieza y superficialidad con que estaba viviendo la vida religiosa. Desde entonces sentía un fuego devorador por el infinito deseo de preservar a las almas de este abismo.
En su obra mística “El castillo interior”, describe el tormento que las almas del purgatorio deben sufrir a causa del ardiente deseo que tienen de la visión de Dios que aún no se les ha concedido. En este tiempo, escribe Stanzione hablando de la gran santa española, Dios “da al alma un conocimiento tan vivo de quien es realmente, que el tormento llega al punto de impulsarla a gritar. Ahora el alma no puede hacer otra cosa, aun estando acostumbrada a soportar con paciencia sus tremendos dolores, pues no siente dolor en el cuerpo, sino en su intimidad más profunda”.
“Las penas de las pobres almas del purgatorio justo de este tipo”, escribía Santa Teresa, “pues estando libres del cuerpo sufren mucho más de lo que se puede sufrir cuando se está aquí en la tierra”. “El alma se consume por una sed ardiente de la posesión de Dios, pero no puede alcanzar esta ‘agua’”.
6) Santa María Magdalena de’ Pazzi (1556-1607)
Carmelitana, tenía continuamente fatigosos éxtasis. Entre lo que vio sobre el purgatorio en sus experiencias y visiones, recuerda en especial la muerte de su hermano Alamanno.
Maria Magdalena, recuerda Stanzione, “estaba descansando con algunas hermanas en el jardín del monasterio. De repente cayó en éxtasis y se puso a gritar: ‘Sí, estoy dispuesta a venir”. Con estas palabras, cuyo significado no comprendieron sus hermanas, la santa comunicaba su disposición a seguir a su ángel guardián en un viaje a través del purgatorio”.
“¡Oh pobre hermano mío, cuánto debes sufrir! ¡Pero consuélate! Sabes que estas penas te abren el camino a la bienaventuranza eterna!”, dijo cuando vio el alma de su hermano difunto. Prosiguió: “’Yo veo que no estás triste, porque soportas penas, que son tremendas, ¡pero de buen grado y feliz! Cuando estabas en este mundo no quisiste escuchar cuando te advertía y te aconsejaba. Ahora, deseas que yo te escuche. ¿Qué quieres de mí?’. Él le pidió un determinado número de misas y santas comuniones”.
7) Santa Margarita María Alacoque (1647-1690)
“Mientras estaba ante el Santísimo el día del Corpus Domini – se lee en sus escritos – de repente se me presentó delante una persona envuelta en llamas, cuyos ardores penetraron tan fuertemente que me parecía arder con ella. El piadoso estado en el que me hizo ver que se hallaba en el purgatorio, me hizo derramar muchas lágrimas. Me dijo que era ese religioso benedictino que una vez escuchó mi confesión y me ordenó que comulgara; para compensarlo por tan útil consejo, Dios le permitió dirigirse a mi, para que le aliviase sus penas, pidiéndome durante tres meses estar en todo lo que hiciera o sufriera”.
“Me sería difícil contar cuánto sufrí en esos tres meses. No me dejaba nunca, y me parecía tener el lado en que él estaba, envuelto en una llama de fuego, con dolores tan agudos que yo gemía y lloraba casi continuamente”. “Al final de los tres meses volví a verlo bien distinto: lleno de alegría y rodeado de gloria, se iba a gozar la felicidad eterna; dándome las gracias, me dijo que me protegería ante Dios. Yo estaba enferma. pero como mi enfermedad desapareció con la suya, sané en seguida”.
8) Santa Francisca Cabrini (1850-1917)
La santa tenía un afecto particular por las almas de los fieles en purgatorio. En las apariciones de las almas purgantes hubo también testimonios de reconocimiento y de devolución de favores por parte de ellas. Tras la muerte de un monseñor, al acercarse un día la santa a la comunión en sufragio suyo: lo vio delante diciéndole: “Esta santa Comunión la harás por mí”. Durante un mes se repitió en sus oídos la misma petición, y al final del mes lo vio sonriente y le escuchó decir: “Ahora basta, te doy las gracias; hasta ahora me has ayudado, a partir de ahora te ayudaré yo”.
9) Santa Faustina Kowalska (1905-1938)
Durante la convalecencia de una enfermedad, Santa Faustina recuerda haber pedido a Jesús: “¿Por quién tengo que rezar?”. “Jesús me respondió que me lo diría la noche siguiente. Vi al Ángel de la Guarda, que me ordenó seguirle. En un momento me encontré en un lugar nublado, lleno de fuego, y en él una muchedumbre enorme de almas sufrientes. Estas almas rezan con gran fervor, pero sin eficacia para sí mismas: sólo nosotros podemos ayudarlas. (…) Pregunté a esas almas cuál era su mayor tormento. Y unánimemente me respondieron que su mayor tormento es el ardiente deseo de Dios”. “Vi a la Virgen que visitaba a las almas del purgatorio. Las almas llaman a María ‘Estrella del Mar’. Ella les da alivio”. “Oí dentro de mi una voz que decía: ‘Mi Misericordia no quiere esto, pero lo exige la justicia’. Desde entonces estoy más cerca de las almas sufrientes del purgatorio”.
10) Beata Catalina Emmerick (1774-1824)
Monja agustina alemana que recibió los estigmas, tenía particular dedicación a las almas del purgatorio, de cuyas numerosas apariciones hizo informes detallados, en base
a lo que las almas participan recíprocamente en su estado y sienten consolación y alegría, si algunas de ellas se liberan o alcanzan un grado de purificación menos doloroso. Las almas que ya están en el grado más alto, obtienen de Dios la libertad para manifestar su amor apareciendo, para consolarlos, para aquellos que aún sufren el castigo más grave, o para las personas devotas que aún están vivas.
a lo que las almas participan recíprocamente en su estado y sienten consolación y alegría, si algunas de ellas se liberan o alcanzan un grado de purificación menos doloroso. Las almas que ya están en el grado más alto, obtienen de Dios la libertad para manifestar su amor apareciendo, para consolarlos, para aquellos que aún sufren el castigo más grave, o para las personas devotas que aún están vivas.
También vio a los ángeles guiar a las almas del Purgatorio al Paraíso, cuyas figuras grises, a medida que ascendían, se hacían más y más brillantes, hasta que se convirtieron en parte de la dicha en toda su gloria.
11) Sor Úrsula Benincasa (1547-1608)
Fundadora de la Orden de las Teatinas, recibió los estigmas dos años antes de morir, pero desde joven tuvo conatos de éxtasis. Tuvo gran devoción por las almas del Purgatorio y a veces tomo sobre sí sus penas.
Se cuenta un episodio que sucedió cuando asistía a su hermana Cristina que iba a morir. La venerable se dio cuenta de que la hermana sentía un terrible miedo al purgatorio. Para consolarla y liberarla de aquella angustia, Úrsula pidió a Dios que le condonara a la moribunda las penas del purgatorio y la hiciera sufrir a ella en su lugar. El Señor acogió su oración y Cristina se libró en seguida de los tormentos y del miedo, muriendo serenamente. Úrsula, en cambio, tuvo inmediatamente grandes dolores que no la abandonaron hasta su muerte.
12) Maria Simma (1915-2004)
Durante muchos años, los libros de Maria Simma sobre el purgatorio fueron auténticos best-seller de la literatura religiosa. Consideraba que Dios quería que ella ayudara a las almas del purgatorio con la oración, el sufrimiento expiatorio y el apostolado.
Ya desde la infancia ayudaba a las almas del purgatorio con oraciones, ganándoles indulgencias. A partir de 1940, las almas del purgatorio venían a veces a pedirle que rezara por ellas. El día de Todos los Santos de 1953, María empezó a ayudar a los difuntos con sufrimientos expiatorios. Durante la semana que sigue a la fiesta, parece que las almas reciben gracias por intercesión de la Virgen. El mes de noviembre parece ser para ellas un tiempo de gracias particularmente abundantes.
13) Natuzza Evolo (1924-2009)
Esta mística italiana recibía apariciones de los difuntos, que hablaban con ella y le confirmaban la existencia del purgatorio, del paraíso y del infierno.
Para ella, el purgatorio no es un sitio particular, sino un estado interior del alma, que hace penitencia “en los mismos lugares terrenos donde vivió y pecó”, incluso en la casa donde vivía. A veces las almas hacen su purgatorio en las iglesias, cuando superan la fase de mayor expiación. Natuzza subraya a menudo la importancia de las oraciones y sufragios por las almas del purgatorio y sobre todo la celebración de las misas, subrayando así el valor infinito de la sangre de Cristo.
Natuzza, escribe Stanzione, “invita a tener un profundo sentido del pecado. Una de las grandes desgracias de hoy es precisamente la pérdida del sentido de pecado. Las almas purgantes son cada vez más. Esto muestra la misericordia de Dios, que salva a los más posibles”.
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